domingo, abril 19, 2009

PARAÍSO INHABITADO de Ana María Matute


"Nací cuando mis padres ya no se querían", recuerda Adriana, mucho después de que todo haya sucedido. Por ello, la niña se crea un paraíso propio, poblado por amigos imaginarios y una familia de su elección. Esta felicidad a medida se ve perturbada cuando Adriana debe iniciar el periplo escolar y entrar definitivamente en el mundo de los adultos, un entorno que le resulta ajeno cuando no hostil. Sin embargo, siempre queda un refugio bajo las relucientes estrellas escondidas en los cristales de la lámpara del salón.

Esta es mi segunda incursión en la obra de Ana María Matute y me ha gustado incluso más que Primera Memoria, a pesar de lo trágico del final. Hay mucha nostalgia en estas páginas, creo que muchos nos veremos reflejados en la historia de Adri, porque ante la soledad y la carencia de afectos nos creábamos nuestro propio mundo para sobrevivir. El paraíso inhabitado de Adriana, lo creamos cada uno y aprendimos a ver muchas cosas invisibles para el resto. Y según parece Matute también, porque hay mucho de su vida en este libro. Las emociones y descubrimientos de la infancia, la madurez temprana, el mundo interior, el descubrimiento del primer amor, pueblan esta novela, y la llenan de ternura. Como tiernos son los personajes, sobre todo Teo y Tata María, donde Adri intenta llenar el vacío familiar. Eduarda, su tía, es la única que comprende verdaderamente a la niña y contribuye a su crecimiento emocional, una lástima que sus apariciones en la novela sean breves. Otro de los descubrimientos es Gavrila, que cambiará por completo el mundo de Adriana. La novela a partir de este encuentro cobra más fuerza y magia. Es una obra realmente poética, terminas cayendo rendido ante su prosa. Está llena de pasajes hermosos. La recomiendo completamente a todos, sin reservas.

***
"Y cuando Gavi tiraba de mi mano trepando hacia ella, sentí el anticipo de lo que podía ser volar. Y luego creí oír los fru-fru de los papeles transparentes en las ventanas del teatro, rojos, amarillos y azules. Los colores de una luna casi redonda, nunca descuartizada, flotando sobre la nave del Pirata Arrepentido, o de las tristes palabras de Caperucita Gris (antes Caperucita Encarnada y ahora Caperucita Azul). Como un relámpago, venían a mi memoria esas y otras muchas cosas mientras Gavi tirada de mí con fuerza, casi sin piedad hacia la misteriosa ventana donde se abarcaba lo inabarcable: el cielo, dentro de ella, desbordaba sus límites, era un cielo sin principio ni fin. Más, mucho más, que el que la rodeaba y se extendía sobre nuestras cabezas. Aquella ventana había atrapado un cielo nuestro, inmenso y en él regresábamos al territorio de una alfombra con rombos azules y marrones sobre la que escuchábamos, más que leíamos, la voz de las historias o de los sueños que poblaron nuestra primera infancia."
"Colgaban por todas partes sábanas, bamboleándose en los tenderos, empapadas de agua, con centello de nieve, levantando oleadas de blancura. Como si una fantasmal flota de veleros hubiera invadido el terrado. Ya no era el terrado, era un revivir de lecturas: La isla del tesoro, Robinson, Peter Pan y el País de Nunca Jamás… En el aire se respiraba el mar, al mismo tiempo que se oía. Como cuando nos acercábamos caracolas marinas a la oreja."

"Y entonces lo vi cruzar, tan blanco y reluciente como lo viera salir corriendo del cuadro que lo aprisionaba, al Unicornio. Esta vez cruzó el valle recién descubierto sin ruido de hojas pisoteadas, tan sólo hollando y dejando a su paso misteriosas huellas en el silencio solemne de la nieve. Mi corazón parecía un pájaro que quisiera escapar de la jaula. Y de pronto me vino a la memoria el pequeño Kai, aquel día de invierno en que calentó en la estufa una moneda, la acercó al cristal de la ventana y cuando el hielo se derritió, por aquel redondel vio por primera vez a la Reina de las Nieves."

1 comentario:

Anónimo dijo...

Me ha emocionado. Ana María Matute siempre lo consigue, pero la forma de contar la historia, que parece ser a veces su propia historia es tan bonita, que te cala profundamente hasta las lágrimas, y eso que yo nunca lloro con los libros.
Bueno, lloré con el Diario de Anna Frank, pero es que el Holocausto personalizado tiene tela....