viernes, septiembre 17, 2010

Sparks de t.A.T.u.


No es ningún misterio para los que me leéis habitualmente, que mi grupo grupo favorito de todos los tiempos es t.A.T.u. :) Con todo el tiempo que llevaba sin actualizar el blog, sumado a la vida complicada que llevo (aprovecho para pediros disculpas por no mantener el ritmo) pasé por alto el estreno mundial del segundo single de este tercer álbum de la banda, Waste Management. Los que viven en Ámerica Latina o Rusia tienen la suerte de poder ir a comprarlo en formato físico. Aún no se sabe si promocionarán este disco en el mercado europeo. Material tienen , es cuestión de que encuentren los colaboradores adecuados.

Termino dando GRACIAS a todos los seguidores nuevos con los que me he encontrado en la vuelta al blog (y a los de siempre que habrán entrado de vez en cuando para comprobar si publicaba cosas nuevas, y para saber de mí ). Aunque no haya publicado material nuevo en mucho tiempo, ha seguido aumentando el número de visitas y eso la verdad es que se agradece de corazón. Un abrazo.


Sparks are flying in my head....

RELECTURAS: La Perla de John Steinbeck


Hoy por hoy, John Steinbeck es uno de mis autores americanos favoritos. De las cuatro novelas que he leído de él, creo que dos merecen más de una relectura (ese sano ejercicio que no podemos practicar tanto como quisieramos, agobiados por la pila de pendientes): la magistral Las uvas de la ira y La Perla.
Una vez finalizada la primera relectura de La Perla (a lo largo de mi vida pienso repetir), confirmo mi opinión de que es una pequeña joya de la literatura que hace reflexionar a muchos y removería muchas conciencias. El tema de la codicia humana sigue siendo una constante, pero en esta lectura me ha marcado más la relación de los padres de Coyotito y su lucha por la supervivencia, y la fuerza y coraje de la madre. Este pasaje que he rescatado me impactó, lo comparto aquí con vosotros.

***
"-El doctor no vendrá-dijo Kino a Juana.

Ella lo miró con ojos tan fríos como los de una leona. Era el primer hijo de Juana, casi todo lo que había en el mundo para ella. Kino se dio cuenta de su determinación y la música familiar sonó en su cerebro con tono acerado.

-Entonces iremos a él-decidió Juana. Con una mano dispuso el chal azul sobre su cabeza haciendo que un extremo en volviera a la llorosa criatura y con el otro cubrió sus ojos para protegerlos de la la luz."

LUCHANA de Benito Pérez Galdós


El núcleo del presente episodio es la batalla de LUCHANA, decisiva para el desarrollo posterior de la Primera Guerra Carlista, así como la figura del general Espartero que en ella logró alzarse con la victoria. Entretejida con el hecho histórico, sin embargo, seguimos averiguando la peripecia amorosa y vital del liberal y romántico Fernando Calpena, personaje del que se sirve Galdós para enhebrar toda esta Tercera serie.

Desde que concluí Mendizabal ha pasado un tiempo, así que para situarme (y situaros), recordar que Luchana es el cuarto episodio de la Tercera Serie de los EE NN. La buena noticia es que comienza a despuntar, esperemos que siga esta tendencia nuestro Galdós, y de momento lo considero el mejor de esta tercera entrega, con algunas partes que recuerdan a los momentos de gloria de los episodios.

No desvelo nada diciendo que aquí vamos a aprender a admirar más, si cabe, al personaje de Fernando Calpena, sigue evolucionando más, en esta batalla de Luchana, retratada de forma sublime por Don Benito, y la trama hilvada por éste hace que nos solidaricemos mucho con Calpena (y quién quiera saber más, que llegue hasta el final…).

La trama, el espacio, la recreación en torno a Aura es diferente al fragor de Luchana, se diría que son dos partes diferenciadas. Ella también experimenta cambios en esta entrega, mientras espera a Fernando, pero el autor maneja esta parte de la historia con el característico estilo del folletín, con el añadido de personajes nuevos, protegidos de la joven.

***

Creo que la política no se hace con sentimientos sino con virtudes, y como no tenemos éstas, poco adelantamos.”

“¡Oh!, no, amigo mío: ya estoy muy acabado; ya no soy ni sombra de lo que fui. Verdad que no me falta la cabeza, y discurro como en mis mejores tiempos; pero la vista se me va. Hay días en que no veo tres sobre un burro, y si sigo así, pronto quedaré ciego. Esto me aflige, porque me he propuesto llegar a los noventa. Respecto de mi edad, habrá usted oído mil leyendas. Hay quien cree que he cumplido el siglo, y que me rebajo... Patraña: hace lo menos diez años que renuncié a ese inocente coquetismo.

-No representa usted -dijo Calpena queriendo halagarle- arriba de setenta... setenta y dos todo lo más.

-¡Ay, qué lisonjero y qué bon enfant! No, hijo... aumente usted un poquito, y llegue hasta los setenta y ocho. Sí señor: yo vine al mundo en la noble ciudad de Olite, en 1758. Eche usted una mirada a todo lo que comprende el espacio entre esa fecha y este pícaro 36. Sí señor, en 1758: le llevo once años a Napoleón y a Wellington, que nacieron el 69; Mozart era más viejo que yo en dos años, y Schiller un año más joven. Goya, mi amigo, el pintor celebérrimo, me llevaba doce años, y yo le llevo nueve a D. Manuel Godoy. Como Napoleón, otras celebridades que ya se han muerto, Beethoven, Moratín, Talma, eran mucho más jóvenes que yo…

-¡Qué prodigiosa memoria!

-No diga usted memoria; diga usted años. Cuando uno va de capa caída, se entretiene en ajustar estas tristes cuentas, en comparar vejeces...”

miércoles, septiembre 15, 2010

INVISIBLE de Paul Auster


En 1967, Adam Walker es un joven poeta ávido de vida y literatura, con mucho más futuro que pasado. Estudia en la Universidad de Columbia, se opone a la guerra de Vietnam, y además –esto lo dicen quienes lo conocen, porque él no parece darse cuenta– es guapísimo. Y una noche, en una fiesta de estudiantes, conoce a una pareja de franceses muy sofisticados, muy seductores. Lo primero que le llama la atención a Adam es el nombre de él, Rudolf Born, como en Bertrand de Born, el poeta provenzal que en uno de los cantos de Dante lleva su propia cabeza cortada en las manos. Y tras varios días de ambigua seducción en los que la pareja va tejiendo su invisible tela de araña en torno al hermoso e inocente americano, Rudolf Born, que está en Columbia como profesor invitado en la School of International Affairs, le ofrece a Adam la dirección de una revista literaria que él financiará.

Invisible es mi tercera lectura del señor Auster después de Brooklyn Follies y Tombuctú. Ha sido una experiencia lectora diferente. Con el mismo telón de fondo que nos suele tener acostumbrado este autor, pero diferente. Adam Walker es de esos personajes del que te encanta conocer todos sus detalles suyos, y en este libro podremos conocerlos, pero poco a poco. Digamos que esta es una historia dentro de una historia, y con el cambio de voz narradora, no sabemos si con sucesos reales o no.

Adam, un aspirante a poeta, dispuesto a darlo todo por su pasión por las letras, lo primero que despertó mi entusiasmo por este personaje, se encuentra con Rudolf Born y Margot. Su vida cambia por completo. En Rudolf recrea Auster a una de las personalidades más despreciables. Conforme avanza la novela, hay muchos sucesos truculentos que despiertan las fobias hacia este personaje. Lo que tiene mérito: crear personajes de los dos extremos, odiados o amados.

Sin llegar al nivel de Brooklyn Follies, me parece una novela lograda, sobre todo después del giro inesperado que da con el final, y desde luego la recomendaría.


***

No recuerdo en absoluto por qué me encontraba allí. Alguien debió invitarme, pero hace mucho que se me fue de la memoria quién pudo ser. (…)Lo que recuerdo es lo siguiente: en cierto momento de la velada, me encontré solo en un rincón de la estancia. Estaba fumando un cigarrillo mientras observaba a la gente, docenas y docenas de jóvenes cuerpos apiñados en los confines de aquel espacio, oyendo la estruendosa mezcla de palabras y risas, preguntándome qué demonios hacía allí y pensando que tal vez era hora de marcharme. Había un cenicero sobre un radiador a mi izquierda, y al volverme para apagar el pitillo vi que, sujeto en la palma de la mano de un desconocido, el receptáculo lleno de colillas se elevaba hacia mí. Sin que lo hubiera advertido, dos personas acababan de sentarse en el radiador, un hombre y una mujer, ambos mayores que yo, y sin duda con más años que ninguno de los que se encontraban en la habitación: él, alrededor de los treinta y cinco; ella, veintinueve o treinta.”