Sus cabellos eran color de miel y su cuerpo como una flor blanca; pero las espinas habían desgarrado su cuerpo, y a guisa de corona, llevaba ceniza sobre sus cabellos.
Y José, que tenía grandes riquezas, dijo al joven desnudo que lloraba.
-Comprendo que sea grande tu dolor porque verdaderamente Él era justo.
Mas el joven le respondió:
-No lloro por él sino por mí mismo. Yo también he convertido el agua en vino y he curado al leproso y he devuelto la vista al ciego. Me he paseado sobre la superficie de las aguas y he arrojado a los demonios que habitan en los sepulcros. He dado de comer a los hambrientos en el desierto, allí donde no hay ningún alimento, y he hecho levantarse a los muertos de sus lechos angostos, y por mandato mío y delante de una gran multitud, una higuera seca ha florecido de nuevo. Todo cuanto él hizo, lo he hecho yo.
-¿Y por qué lloras, entonces?
-Porque a mí no me han crucificado.
Me ha parecido sobrecogedor este microrelato de Oscar Wilde, así que lo reproduzco aquí de forma completa. Me gusta la moraleja: si haces algo, hazlo porque tienes convicción de ello, porque lo sientes así, no para recibir algo a cambio.
2 comentarios:
SÍ, ES BONITO LO QUE DICES, PERO EN REALIDAD, MUY POCAS PERSONAS SON DESINTERESADAS. JO, HASTA YO EN EL AMOR CONSIDERO QUE APARTE DE SER DESINTERESADO ES DAR Y RECIBIR.
TIENE QUE HABER UN EQUILIBRIO EN TODO, PERO NO CREO QUE LA HUMANIDAD ESTÉ PREPARADA PARA ELLO.
BESOS, GEME.
No sé si estamos preparados. Pero la cuestión es ¿por qué no esperar nada a cambio? Me pregunto que tiene de malo desear ser correspondido. Es verdad que hacerlo sólo por la recompensa es mezquino, pero desearla no lo es.
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