lunes, diciembre 24, 2007

LAS TUMBAS DE ATUÁN de Úrsula K. Le Guin


En "Las Tumbas de Atuan" han pasado más de diez años desde que Ged se enfrentara a su propia sombra. Capaz ahora de actuar en beneficio de otros, decide recobrar la "runa de la unión", la mitad perdida del anillo de Erreth-Akbé, guardado, se cuenta, en las Tumbas de Atuan. La sacerdotisa de las Tumbas es Arha, que lleva el significativo apodo de la Devorada, y que no tiene identidad, pues la ha perdido para ponerse al servicio de los Sin Nombre, las potestades tenebrosas de Terramar.

Segunda historia centrada en el mundo de Terramar. En esta ocasión conocemos desde la infancia a un personaje con una personalidad muy marcada, la fascinante Arha, destinada a convertirse en Suma Sacerdotisa, la devorada. La historia cobra el mayor interés cuando ya se ha producido la maduración de Arha y entra en sus dominios en su papel de sacerdotisa. A partir del encuentro con Ged en las tumbas comienza la parte más trepidante de la novela. Es decisivo el papel del mago en el libro, porque sin él Arha no tendría el detonante definitivo para forjarse un destino. Así tenemos que aunque Ged no sea el protagonista en este libro, es un personaje importante. Un mago de Terramar dejó el listón muy alto, aparte siempre será el libro en el que descubrimos Terramar, por eso en mi opinión este libro no llega a su nivel, pero no deja de ser muy recomendable.
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“Después de las auroras y los crepúsculos, los días apacibles y los vientos glaciales de aquella travesía invernal, llegaron al Mar Interior. Navegaron por las rutas transitadas, entre grandes navíos, remon­taron el Estrecho de Ebavnor, y entraron en la ba­hía que está encerrada en el corazón de Havnor, y cruzaron la bahía hasta el Gran Puerto de Havnor. Vieron las torres blancas y la ciudad toda blanca y radiante bajo la nieve. Los techos de los puentes y los tejados rojos de las casas estaban cubiertos de nieve, y en las jarcias de los centenares de navíos allí atracados centelleaba el hielo bajo el sol del in­vierno.”


"Metió la cabeza entre las manos y lloró, y las lágrimas saladas le mojáronla cara. Lloró por los años que había perdido esclavizada a un mal inútil. Lloraba de dolor, porque era libre.Lo que estaba empezando a descubrir era el peso de la libertad. La libertad es una carga pesada, ex­traña y abrumadora para el espíritu que ha de lle­varla. No es cómoda. No es un regalo que se re­cibe, sino una elección que se hace, y la elección puede ser difícil. El camino asciende hacia la luz; pero el viajero que soporta la carga acaso no llegue jamás a la meta."


"—No tienen nada que dar. No tienen el poder de hacer cosas. Sólo tienen poder para oscurecer y destruir. No pueden abandonar este sitio; son este sitio y habría que dejárselo a ellos. No hay que negarlos ni olvidarlos, pero tampoco hay que ado­rarlos. La Tierra es bella, y luminosa, y buena. Pero eso no es todo. La Tierra es también terrible, y oscura, y cruel., El conejo chilla cuando muere en la pradera. Las montañas crispan sus grandes manos colmadas de fuegos escondidos. Hay tibu­rones en el mar y crueldad en los ojos de los hombres. Y allí donde los hombres adoran estas cosas y se rebajan ante ellas, allí se incuba el mal; allí, en los sitios en donde se congregan las tinieblas, sitios abandonados por entero a quienes llamamos los Sin Nombre, las antiguas potestades sagradas de la Tierra anteriores a la Luz, las potestades de la os­curidad, la destrucción, la locura... Yo creo que han enloquecido a tu sacerdotisa Kossil hace mu­cho tiempo; creo que ella ha merodeado por estas cavernas como merodea por el Laberinto de su propia alma, y ahora ya nunca podrá ver la luz del día. Ella te dice que los Sin Nombre han muerto. Sólo un alma extraviada, perdida para la verdad, podría decirlo. Los Sin Nombre existen. Pero no son tus Amos. Nunca lo fueron. Tú eres libre, Te­nar. Te educaron para esclava, pero has roto tus ataduras."


"—¡Están aquí! ¡Están aquí!—Pues que sepan que nosotros también estamos aquí —dijo el hombre, y su vara y sus manos irra­diaron una luz blanquísima que se quebró, como las olas del mar que se quiebran al sol, contra los mil diamantes de los muros y la bóveda del techo: un esplendor luminoso por el que los dos echaron a correr, cruzando en línea recta la gran caverna, mientras sus propias sombras se precipitaban hacia las tracerías blancas, las grietas centelleantes y la fosa abierta y vacía."

1 comentario:

Anónimo dijo...

En mi opinión, es el mejor libro de la tetralogía inicial. Ursula K. Le Guin cuenta de una manera magistral la maduración psicológica de Arha/Tenar y la convierte en el personaje más interesante de toda la saga, infinitamente por encima de Ged. La fuerza con la que dota a las Potestades de la tierra se percibe en todo el libro y ya no abandonará al lector. Un saludo y gracias por este blog.