En un penal de América Central, un preso político y un perro se observan fascinados el uno por el otro. Cuando el preso se evade tras herir mortalmente al guardián, el animal, condicionado por su amo antes de morir, se lanza en su persecución. Los dos adversariosse enfrentan en una lucha atroz e infatigable, y, a medida que transcurren las semanas, se establece entre ellos una extraña complicidad, hecha de sentimientos tan opuestos como el odio y la autoestima.
De la misma forma que los protagonistas de esta novela, Arístides Ungría y el Perro, tenían una curiosa conexión, yo conecté rápidamente con el libro, y lo devoré literalmente. Esta es mi primera lectura de Alberto Vázquez Figueroa, y la verdad es que me ha gustado su estilo directo, sus descripciones breves pero contundentes, que me han transportado a esos parajes de América Central. He vivido la lucha por la supervivencia de hombre y perro, los dos por distintas motivaciones. Me ha recordado bastante este libro a Colmillo Blanco, porque el autor le da emociones y sentimientos que a veces parecen que son exclusivos de los humanos, y el vínculo que se establece entre los dos, irremediablemente condenados a encontrarse siempre. El Perro me conmovió por su afán hasta el final por cumplir un cometido de un amo que no lo amaba.
En la estantería tengo pendiente Sicario, pero lo reservaré para un poco más adelante. Y partir de ahí me gustaría seguir con muchos más libros de este autor, que con una historia de 134 páginas ya me ha entusiasmado, ese el único inconveniente que le he visto al libro, me quedé con ganas de más. Aunque uno ya sabe de antemano que será de los protagonistas, es una historia bien cerrada.
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En la estantería tengo pendiente Sicario, pero lo reservaré para un poco más adelante. Y partir de ahí me gustaría seguir con muchos más libros de este autor, que con una historia de 134 páginas ya me ha entusiasmado, ese el único inconveniente que le he visto al libro, me quedé con ganas de más. Aunque uno ya sabe de antemano que será de los protagonistas, es una historia bien cerrada.
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“Los campos de concentración, las cárceles y los cementerios están repletos de seres que se preguntan por qué diablos se emperraron en sacrificarse por un mundo de tan mala memoria, y sentado allí, al borde del río, muerto de sueño y sin poder dormir, Arístides Ungría -Ari para amigos y enemigos- sonrió con amargura al comprender que en realidad era uno de ellos.”
“El valor, el miedo, la traición, la duda o la amistad, se traslucía en ellos con tanta claridad, que se maravillaba al comprobar cómo su amo trataba a otros hombres sin advertir sus defectos. Él era cruel y brutal, y eso siempre lo supo, porque, además, lo sufrió en su propia carne; pero era valeroso, decidido y tenaz, y no se percibía en él ni un hálito de traición y cobardía. Tampoco era cobarde ni traidor aquel a quien perseguía, y tal vez por eso pudo engañarle en una ocasión. Su aura, su fluido, transmitía, sin embargo, una profunda astucia, o quizá, más que astucia, aquel algo intangible, aquella capacidad de razonar que tanto le admiraba de los humanos, y contra la cual no se sentía capacitado para luchar.”
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