Continuación de las peripecias de Fernando Calpena, liberal y romántico, a quien dejamos en «Mendizábal» preso y arrancado de sus amores por Aura, DE OÑATE A LA GRANJA hace referencia a los dos polos que fijan la acción política de una España embarcada en la Primera Guerra Carlista: la Corte del Pretendiente, «capital del estado “absolutamente absoluto”» y el Real Sitio donde permanece la legítima Isabel II, escenario del «Motín de los Sargentos» de 1836 que restaura fugazmente la Constitución de 1812.
Su antecesor era algo más extenso, sin embargo De Oñate en la Granja contiene mucha más trama y está lleno de detalles y guiños (esos que tantos nos encantas de este autor, mi preferido el que le hizo a Don Quijote con un personaje), por lo que me alargaré demasiado en esta reseña, para no revelar demasiado. Para haceros una idea este es el mejor episodio que he leído por el momento de esta Tercera Serie. Con la trama que queda por resolver y los personajes nuevos , pueden haber uno muy buenos episodios.
Los capítulos iniciales trancurridos en una prisión no daban a entender una novela tan intensa pero a partir de un punto despega, y asistimos a la vida azarosa de Fernando Calpena, la caída de Mendizabal, intrigas, cambios... Y luego está el pobre Pedro Hillo, que en esta entrega más que nunca me inspira lástima por como sufre por Fernando. Luego de Madrid llegará la segunda parte de la novela, donde el protagonista llegará de manera imprevista a Oñate, acompañando a Demetria, el gran descubrimiento.
Y para ver como concluye la historia de la dama misteria habrá que esperar algo más...
En fin, de no ser por este libro no hubiera conocido la historia de Oñate.
***
«Sí, sí -dijo Demetria mirando a la villa e increpándola con más amargura que furor-: te hemos maldecido, Oñate; hemos llorado sobre ti más de lo que pudieran llorar por sus pecados todas las generaciones que en ti han vivido. Si logramos perderte de vista para siempre, sólo te decimos: Oñate, quédate con Dios».
“Era un Estado de papel, compuesto de denominaciones enfáticas, burocracia sin materia administrable, palaciegos sin palacio, intendencias sin dinero, ministros con las carteras y las cabezas totalmente vacías.”
“-¡De modo -dijo Calpena echando por delante de la frase un sonoro y descarado terno-, que no sabemos cuándo nos sacarán de aquí! Esto es horrible, criminal. Si en España hubiera justicia, ya veríamos en qué paraban estas bromas horripilantes. Alguien había de sentirlo... Y ahora ¿a quién, a quién, San Cacaseno bendito, hemos de endilgar nuestros chillidos de rabia y desesperación? ¿Es esto un país civilizado? ¿Así se prende a las personas; así se priva de libertad a un ciudadano, aunque sea enchiquerándole en calabozo de preferencia y pagándole la bazofia? También a los que están en capilla se les da de comer cuanto piden. ¡Qué sarcasmo! ¡Qué indigna y cruel farsa!... Ya ves que no ha parecido por aquí ningún cuervo jurídico a tomarnos declaración. ¿Y aquellas terribles conjuras en que estábamos metidos? ¿Y los delitos de lesa majestad, dónde están? Un país que tal consiente, merece ser gobernado por mi jefe de oficina, el patriarca de los mansos, D. Eduardo Oliván e Iznardi. “
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