Kafka Tamura se va de casa el día en que cumple quince años. La razón, si es que la hay, son las malas relaciones con su padre, un escultor famoso convencido de que su hijo habrá de repetir el aciago sino del Edipo de la tragedia clásica, y la sensación de vacío producida por la ausencia de su madre y su hermana, a quienes apenas recuerda porque también se marcharon de casa cuando era muy pequeño. El azar, o el destino, le llevarán al sur del país, a Takamatsu, donde encontrará refugio en una peculiar biblioteca y conocerá a una misteriosa mujer mayor, tan mayor que podría ser su madre, llamada Saeki.Si sobre la vida de Kafka se cierne la tragedia –en el sentido clásico–, sobre la de Satoru Nakata ya se ha abatido –en el sentido real–: de niño, durante la segunda guerra mundial, sufrió un extraño accidente que lo marcaría de por vida.
Los libros de Haruki Murakami son extraños, surrealistas, emocionales, especiales, y este es el que más reúne estas características de los tres que he leído hasta ahora. Cuando terminé las últimas páginas de esta historia miré atrás con nostalgia, me había encariñado mucho con estos personajes y me daba pena abandonarlos, en especial Nakata. Me di de cuenta de que había espaciado su lectura, precisamente para retrasar el final. Desde el comienzo no se sabe muy bien hasta donde te quiere llevar el autor, y se suceden muchas sorpresas y giros, y es que la veo como la historia de una búsqueda interior. Por eso, yo lo definiría como el libro más surrealista (además de visual) de Murakami. Los personajes son tan ricos como peculiares. Kafka Tamura que decide iniciar su propia búsqueda, lo que le lleva a vivir en una biblioteca. Satoru Nakata, un entrañable hombre capaz de hablar con los gatos, y de ver cosas que para mucha gente pasan desapercibidas, por eso me parece tan especial. Oshima, un interesante bibliotecario que entabla una bonita amistad con Tamura, Saeki, la directora de la biblioteca. Y no podría olvidarme del compañero de aventuras de Nakata, Hoshino, que juntos a protagonizan los momentos más pecualiares de la novela. Si sois incondicionales de este escritor japonés, este libro se hace imprescindible, y si no, podéis encontrar en él una lectura diferente.
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“Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy especial. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que es ahí donde debe de estar, hay un pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros para localizar algo de nuestro corazón, tenemos que ir siempre haciendo fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberías vivir hasta el fin de tus días en tu propia biblioteca.”
“Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a perder o a ganar. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los equívocos, las incomprensiones.”
“Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos.”
“Según los conocimientos actuales, los primero que imaginaron el concepto del laberinto fueron los antiguos mesopotámicos. Éstos les arrancaban las tripas a los animales, o, a veces, los intestinos a los seres humanos, y, según la forma que tuvieran, predecían el futuro. Sentían admiración por lo complejos que eran. Así que la forma del laberinto remite a las entrañas. Es decir, que el principio del laberinto reside en tu propio interior. Y éste se corresponde con el laberinto exterior.”
“-Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado –dice cuando el teléfono deja de sonar-. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que ahí es donde debe estar, hay pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de los días en tu propia biblioteca.”
“Lo que yo deseo, la fuerza que yo busco, no es aquella que te lleva a perder o a ganar. Tampoco quiero una muralla para repeler las fuerzas que lleguen del exterior. Lo que yo deseo es una fuerza que me permita ser capaz de recibir todo cuanto proceda del exterior y resistirlo. Fortaleza para resistir en silencio cosas como la injusticia, el infortunio, la tristeza, los equívocos, las incomprensiones.”
“Temes a la imaginación. Y a los sueños más aún. Temes a la responsabilidad que puede derivarse de ellos. Pero no puedes evitar dormir. Y si duermes, sueñas. Cuando estás despierto, puedes refrenar, más o menos, la imaginación. Pero los sueños no hay manera de controlarlos.”
“Según los conocimientos actuales, los primero que imaginaron el concepto del laberinto fueron los antiguos mesopotámicos. Éstos les arrancaban las tripas a los animales, o, a veces, los intestinos a los seres humanos, y, según la forma que tuvieran, predecían el futuro. Sentían admiración por lo complejos que eran. Así que la forma del laberinto remite a las entrañas. Es decir, que el principio del laberinto reside en tu propio interior. Y éste se corresponde con el laberinto exterior.”
“-Cada uno de nosotros sigue perdiendo algo muy preciado –dice cuando el teléfono deja de sonar-. Oportunidades importantes, posibilidades, sentimientos que no podrán recuperarse jamás. Esto es parte de lo que significa estar vivo. Pero dentro de nuestra cabeza, porque creo que ahí es donde debe estar, hay pequeño cuarto donde vamos dejando todo esto en forma de recuerdos. Seguro que es algo parecido a las estanterías de esta biblioteca. Y nosotros, para localizar dónde se esconde algo de nuestro corazón, tenemos que ir haciendo fichas catalográficas. Hay que limpiar, ventilar la habitación, cambiar el agua de los jarrones de flores. Dicho de otro modo, tú deberás vivir hasta el fin de los días en tu propia biblioteca.”
3 comentarios:
la verdad es ke tengo muchas ganas de leer algo de Murakami, y creo que ya va siendo hora! jeje
Este es de los que más me convencen. Muy completa la crítica Alex
saludos
Hola César. Pues adelante, es una novela que no deja indiferente.
Saludos.
¡Qué bien que te haya gustado!
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