jueves, agosto 16, 2007

TOKIO BLUES de Haruki Murakami


Watanabe, un ejecutivo de 37 años, escucha casualmente mientras aterriza en un aeropuerto europeo una vieja canción de los Beatles, y la música le hace retroceder a su juventud, al turbulento Tokio de finales de los sesenta. Toru recuerda, con una mezcla de melancolía y desasosiego, a la inestable y misteriosa Naoko, la novia de su mejor –y único– amigo de la adolescencia, Kizuki. El suicidio de éste les distancia durante un año hasta que se reencuentran en la universidad. Inician allí una relación íntima; sin embargo, la frágil salud mental de Naoko se resiente y la internan en un centro de reposo. Al poco, Toru se enamora de Midori, una joven activa y resuelta. Indeciso, sumido en dudas y temores, experimenta el deslumbramiento y el desengaño allá donde todo parece cobrar sentido: el sexo, el amor y la muerte. La situación, para él, para los tres, se ha vuelto insostenible; ninguno parece capaz de alcanzar el delicado equilibrio entre las esperanzas juveniles y la necesidad de encontrar un lugar en el mundo.

Terminado el libro me he quedado con esa sensación de vacío que dejan los libros que impactan. Ese aire de nostalgia me encanta, se respira página a página, es una sensación curiosa cuando ves que el libro te aporta tanto y te sientes reflejado, porque has vivido situaciones parecidas (algunas partes en concreto me emocionaron mucho) o simplemente te identificas con los personajes. El estilo del autor es precioso, a pesar de ser bastante descriptivo, te transporta muy fácilmente a esos ambientes que crea. En un momento te ves envuelto en esa atmósfera opresiva de Tokio, te sumerges en los pensamientos del protagonista mientras recorre las calles. Es un libro mágico, te absorbe desde la primera página. Además me encantó ese tono intimista, como recrea tan bien a esos personajes, de forma que vives la historia. Fue inevitable recordar Nada o El guardián entre el centeno mientras leía este libro, por la forma en que se reflejan los sentimientos y emociones, ese tono intimista. En mi opinión hay similtudes entre los protagonista de estos 3 libros (eas búsqueda en la deriva...)
Todos los personajes me gustaron, cada uno aporta algo a la historia de alguna manera, creo que ninguno sobra y además están muy bien perfilados. De ellos destacaría a Midori, Watanabe y Reiko. Midori es uno de los personajes más atractivos que he conocido, es muy agradable leerla.Me encanta su optimismo, su sentido práctico, su fuerza... Me gustó especialmente el papel que juega De Reiko adoro su mente tan abierta, su capacidad para escuchar, su ausencia de prejuicios. Me quedo con esas largas conversaciones con la guitarra de fondo, esa reunión entre amigos. De Watanabe me gustó su buen fondo, a pesar de llevar una vida aparentemente superficial. Sus nobles sentimientos a Naoko, esa perseverancia después de tantas frustaciones...
Me gustó el hecho de que se citaran a otros libros y esa nostalgia con la música. Esto me ha despertado curiosidad por libros que ni siquiera conocía. Ahora tendré que leer El gran Castby por ejemplo Este será uno de esos libros que releeré a lo largo de mi vida, será uno de los que siempre me acompañen. Me ha dejado huella.

***
"Quedarme todo el día en casa esperando una llamada es algo que odio con todo el alma. Si estoy sola, me da la sensación de que voy pudriéndome y deshaciéndome, hasta convertirme en un líquido verdoso que es absorbido por la tierra. De mí sólo sobrevive la ropa. Ésta es la sensación que tengo cuando me quedo todo el día en casa esperando una llamada. "

"La Sombra de la muerte va invadiendo despacio, muy despacio, el territorio de la vida, y, antes de que te des cuenta, todo está oscuro y no se ve nada, y la gente que te rodea piensa que estás más muerta que viva … Por más que grites nadie va a oírte, no hay esperanza alguna de que nadie te encuentre, los ciempiés y las arañas pululan a tu alrededor, el suelo está lleno de huesos de personas que han muerto allá dentro, todo está oscuro, húmedo … Y allá arriba se dibuja un pequeño círculo de luz parecido a la luna en invierno. Y tú vas muriéndote allí, solo."

"Las cartas no son más que un trozo de papel. Aunque se quemen, en el corazón siempre queda lo que tiene que quedar; por más que las guardes, lo que no tiene que quedar desaparece. "

"Me lleva tiempo evocar su rostro. Y conforme vayan pasando los años, más tiempo me llevará. Es triste, pero cierto. Al principio era capaz de recordarla en cinco segundos, luego éstos se convirtieron en diez, en treinta segundos, en un minuto. El tiempo fue alargándose paulatinamente, igual que las sombras en el crepúsculo. Puede que pronto su rostro desaparezca absorbido por las tinieblas de la noche. Sí, es cierto. Mi memoria se está distanciando del lugar donde se hallaba Naoko. De la misma forma que se está distanciando del lugar donde estaba mi yo de entonces. Sólo el paisaje, aquella imagen del prado en octubre, vuelve una y otra vez a mi mente como la escena simbólica de una película. Aquel paisaje sigue sacudiendo, pertinaz, una parte de mi cabeza. «¡Vamos! ¡Arriba! ¡Aún estoy aquí! ¡Arriba! ¡Levántate y comprende! ¿Cuál es la razón de que todavía esté aquí?» No siento dolor. Únicamente el sonido hueco que acompaña cada patada. Pero también este eco se apagará algún día. Como se ha ido borrando, inexorablemente, lo demás. Con todo, a bordo de aquel avión en el aeropuerto de Hamburgo, la sacudida fue más fuerte, más prolongada que de costumbre. «¡Arriba! ¡Comprende!», decía. Por eso ahora estoy escribiendo. Soy de ese tipo de personas que no acaban de comprender las cosas hasta que las ponen por escrito."
"Lo cierto es que ya no recuerdo el rostro de Naoko. Conservo un decorado sin personajes. Aunque, si me tomo el tiempo suficiente, puedo revivir su imagen. Sus manos pequeñas y frías, su pelo liso, tan bonito y agradable al tacto; los lóbulos de sus orejas, suaves y carnosos, y el lunar que tenía debajo; el elegante abrigo de piel de camello que solía llevar en invierno; su costumbre de mirar fijamente a los ojos cuando hacía una pregunta; el ligero temblor que, por una u otra razón, vibraba en su voz (como si estuviera hablando en lo alto de una colina barrida por un fuerte viento). Al sobreponer estas imágenes, su rostro emerge de repente. Primero se dibuja su perfil. Tal vez porque Naoko y yo solíamos andar el uno al lado del otro. Por eso el perfil es lo que primero emerge en mi recuerdo. Después ella se vuelve hacia mí, me sonríe, ladea la cabeza, me habla y me mira fijamente a los ojos. Tal vez esperaba ver en ellos el rastro de un pececillo que cruzaba, veloz como una centella, el fondo de un manantial de aguas cristalinas. "
"En una caja de galletas hay muchas clases distintas de galletas. Algunas te gustan y otras no. Al principio te comes las que te gustan y al final sólo quedan las que no te gustan. Pues yo cuando lo estoy pasando mal, siempre pienso: Tengo que acabar con esto cuando antes y ya vendrán tiempos mejores. Porque la vida es como una caja de galletas"
“Soy mucho más paciente con los demás que conmigo misma y sé sacar el lado bueno de las personas. Soy como el rascador de cerillas. Pero está bien así. ¡Qué más da! No me parece malo ser de esta manera. Prefiero ser una caja de cerillas de primera categoría que una cerilla de segunda”
“Eres un buen chico. Mirándote me he dado cuenta. En los siete años que llevo aquí he visto ir y venir a mucha gente. Así que lo sé. Hay dos tipos de personas: los que son capaces de abrir su corazón a los demás y los que no. Tú te cuentas entre los primeros. Puedes abrir tu corazón siempre y cuando quieras hacerlo.”
“Me pareció una mujer extraña. Tenía el rostro surcado de arrugas. Sin embargo, las arrugas lejos de envejecerla le conferían una juventud que transcendía la edad. Formaban parte de su rostro, como si ya hubiese nacido con ellas. Cuando sonreía, las arrugas sonreían; cuando ponía cara seria, las arrugas también ponían cara seria. Y cuando no sonreía ni estaba seria, las arrugas se esparcían por todo el rostro, irónicas y cálidas. Debía rondar la cuarentena; era una mujer agradable y atractiva. Sentí hacia ella una simpatía instantánea.”
“Ahora la primera imagen que perfila en mi memoria es la de aquel prado. El olor de la hierba, el viento gélido, las crestas de las montañas, el ladrido de un perro. Esto es lo primero que recuerdo. Con tanta nitidez que tengo la impresión de que si alargara la mano, podría ubicarlos, uno tras otro, con la punta del dedo. Pero este paisaje está desierto. No hay nadie. No está Naoko”
" Leía mucho, lo que no quiere decir que leyera muchos libros. Más bien prefería releer las obras que me habían gustado. (...) Así pues, no tenía este punto en común con los demás, y leía mis libros a solas y en silencio. Los releía y cerraba los ojos y me llenaban de su aroma. Sólo aspirando la fragancia de un libro, tocando sus páginas, me sentía feliz. "
"- Eres muy bonita, Midori -corregí.
- ¿Cuánto?
- Tan bonita como para hacer que las montañas se derrumben y el mar se seque."
"Algún día la muerte nos tomará de la mano. Pero hasta el día en que nos atrape nos veremos libres de ella". Yo pensaba así. Me parecía un razonamiento lógico. La vida está en la orilla; la muerte, en la otra. Nosotros estamos aquí, y no allí. "
"La muerte no existen en contraposición a la vida sino como parte de ella. "
"Lo que nos hace personas normales es saber que no somos normales. "
Sólo gracias a mis amigos he podido hacer esta gran recopilación, aquí quedarán para el recuerdo los pasajes de este HERMOSO libro.

1 comentario:

Anónimo dijo...

muy bello blog y bello artículo. Me dan ganas de leerme el libro. Te invito a pasearte por mi blog. un saludo
anna