Retrato de las precarias condiciones de vida de una familia de campesinos extremeños, aplastada por la miseria y el yugo que imponen los señores, Los santos inocentes se publicó en 1981 como un a alegoría de la España de poseedores y desposeídos, pero más vastamente como una obra sobre la violación de las relaciones entre el hombre y la natural eza. El éxito de la novela fue extraordinario: además de las reediciones que se sucedieron en pocos meses, en 1983 Mario Camus llevó a cabo una adaptación c inematográfica que conserva todo el aire poético y el intenso humanismo del relato. Rescato esta novela porque la considero muy recomendable y he caído en la cuenta de que es la única que he leído de Delibes, que no he comentado aquí. Y por supuesto también recomiendo su adaptación cinematográfica que es ya un clásico del cine español, y la considero una de las más fieles que se han hecho de un libro. Si bien Los santos inocentes no es mi favorito del autor (ocupa este puesto El camino), es su obra que más me ha conmovido. Una de las escenas más emotivas que he conocido en los libros está representada por Azarías y su Milana, el amor que le profesa (es la imagen que más recuerdo de la historia). Despierta una ternura tan grande que te hace quererlo desde las primeras páginas. Y en el otro extremo está Iván el señorito, el personaje más odioso surgido de la pluma de Delibes, que es un fiel reflejo de la figura del cacique. Paco el Bajo es el campesino martirizado, cuyo interior es tan limpio que no siente odio por su patrón. La recreación de la vida rural y las desigualdades es impresionante. El libro es un canto a la esperanza, porque a pesar de ser sometidos a la injusticia, los campesinos aman la belleza de la tierra en la que viven, y sobreviven. Nunca se apaga en ellos la llama de optimismo. La estructura del libro es bastante curiosa, porque el autor apenas emplea el punto y es continuo el nexo "y". Lo que contribuye a leerlo del tirón. El final demuestra que tarde o temprano llega la justicia y que cada uno tiene justo lo que se merece.
***"El Azarías cogió a la milana por una pata y una azuela con la mano izquierda, y la Régula, ¿dónde vas con esas trazas? y el Azarías, a hacer el entierro, que yo digo, en el trayecto, la Niña Chica emitió uno de aquellos interminables berridos lastimeros que helaban la sangre de cualquiera, pero el Azarías no se inmutó, alcanzó el rodapié de la ladera depositó a la criatura a la fresca, entre unas jaras, se quitó la chaqueta y en un periquete cavó una hoya profunda en la base de un alcornoque, depositó en ella al pájaro y acto seguido, empujando la tierra con la azuela, cegó el agujero y se quedó mirando para el túmulo, los pies descalzos, el remendado pantalón en las corvas, la boca entreabierta, y, al cabo de un rato, sus pupilas se volvieron hacia la Niña Chica, cuya cabeza se ladeaba, como desarticulada, y sus ojos desleídos se entrecruzaban, y miraban al vacío sin fijarse en nada y el Azarías se agachó, la tomó en sus brazos, se sentó al borde del talud, junto a la tierra removida, la oprimió contra sí y musitó, milana bonita, y empezó a rascarla insistentemente con el índice de la mano derecha los pelos del colodrillo, mientras la Niña Chica, indiferente, se dejaba hacer."
2 comentarios:
Lo leí muy joven, al igual que El Camino, porque creo que fue orden del instituto, y me impresionnaron bastante el realismo crudo y las imágenes poderosas que me venían a la cabeza con las descripciones del autor. Buena reseña.
Pues es una suerte que te manden libros así en el instituto. A mí me mandaban novelas juveniles descafeínadas jeje Lo bueno es que en bachillerato ya escogías tus lecturas de una lista.
Saludos.
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