jueves, enero 24, 2008

MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815 de Benito Pérez Galdós

En uno de los episodios más humorísticos, narrado por un personaje en quien resuenan ecos de la mejor tradición picaresca ­Juan Bragas o don Juan de Pipaón, como él prefiere llamarse­, MEMORIAS DE UN CORTESANO DE 1815 nos da entrada en el estrambótico mundo de la corte de Fernando VII, dominada por groseros y avispados arribistas que hacen y deshacen,tiran y aflojan cada uno en la medida de sus posibilidades, según los peores usos de la monarquía absoluta.

Segundo episodio de la segunda serie que terminó de escribirse en 1875. Esta vez el protagonista es Juan Pipaón que conocimos en el episodio precedente como secundario. Galdós reflejó con él la inmoralidad de la corte de Fernando VII, el ascenso de Pipaón que sin mucho talento consigue escalar puestos hasta formar parte íntima de la corte. Me gustó más el personaje de Antonio Ugarte, maestro de Pipaón, con fuertes convicciones. Luego me encantó como Galdós caracterizo a un Fernando VII por momentos risueño y cuando quiere implacable. En un capítulo hace un guiño a la Primera Serie, algo con lo que siempre sorprende este escritor. Al igual que con un pasaje final cómico. En mi opinión este episodio queda por debajo de El equipaje del rey José, pero no deja de ser un libro recomendable.




***


"En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por los cuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla. Abran los oídos y escuchen y entiendan cómo un varón listo y honrado podía medrar y sublimarse por la sola virtud de sus merecimientos, sin sentar el pie en los tortuosos caminos de la intriga, ni halagar lisonjero las orejas de los grandes con la música de la adulación, ni poner tarifa a su conciencia o vil tasa a su honor, cual suelen hacer los menguados ambiciosillos del día, después que las sanas costumbres, la modestia, la sobriedad y la cristiana mansedumbre han huido avergonzadas del mundo, y son tan míseros de virtud los tiempos, que no se encuentra un hombre de bien aunque den por él medio millón de pícaros vividores. , del Hijo y del Espíritu Santo, doy principio a la historia de una parte muy principal de mi vida; quiero decir que empiezo a narrar la serie de trabajos, servicios, proezas y afanes, por los cuales pasé en poco tiempo, desde el más oscuro antro de las regias covachuelas, a calentar un sillón en el Real Consejo y Cámara de Castilla."




“La comparsa en que Vd. figuró, señor D. Juan, fue de las más abominables y al mismo tiempo de las más grotescas que han gastado tacones en nuestro escenario político. Cuanto puede denigrar a los hombres, la bajeza, la adulación, la falsedad, la doblez, la vil codicia, la envidia, la crueldad, todo lo acumuló aquel sexenio en su nefanda empolladura, que ni siquiera supo hacer el mal con talento. El alma se abate, el corazón se oprime al considerar aquel vacío inmenso, aquella ruin y enfermiza vida, que no tiene más síntomas visibles en la exterioridad de la nación, que los execrables vicios y las mezquinas pasiones de una corte corrompida. No hay ejemplo de una esterilidad más espantosa, ni jamás ha sido el genio español tan eunuco.”




"Delante de los tontos decía afectadamente tonterías, y delante de los sabios sabidurías, y jamás hablaba mal de nadie, aunque estuviese en Melilla o Ceuta. Era religioso y cuchicheaba con frailes y monjas; pero nunca le vi abogar celosamente por la Inquisición, ni dio al fuego sus libros filosóficos y enciclopedistas, pues los tenía buenos. Se lamentaba de que los revolucionarios fueran tan malos; pero en más de una ocasión le sorprendí en secreto con ciertos pajarracos que a cien leguas me olían al musguillo húmedo de las logias y a sociedad secreta; en fin, era hombre tan completo, que difícilmente se encontraría otro ejemplar, ni quien, como él, estuviese siempre en la justa medida, atento a su beneficio y realizando las supremas leyes de la vida con tal arte, que el Criador del mundo debía de estar muy satisfecho por haber criado a Ugarte. Sin duda después que lo echó al mundo, vio que era bueno."

2 comentarios:

Alexandre dijo...

Prueba.

Anónimo dijo...

¡Hola Alex!

Por fin puedo escribir en el blog. La verdad, lo tienes bastante completo. Sobre todo, lo importante es que lo actualizas, porque ahí está gran parte del éxito de muchos blogs.

En cuanto a Galdós, qué te voy a decir que no sepas. Tengo ya ganas de volver a tan gratas historias que nos cuenta magistralmente nuestro canario. Es inigualable.

¡Un saludo!