jueves, enero 24, 2008

LA VELOCIDAD DE LA LUZ de Javier Cercas


Ésta es la historia de una amistad, una amistad que empieza en 1987 cuando el narrador, un joven aspirante a novelista, viaja a una universidad del Medio Oeste estadounidense y conoce a Rodney Falk, su compañero de despacho, un ex combatiente de Vietnam huraño e inabordable, ferozmente lúcido y corroído en secreto por su pasado. Pero ésta es también la historia de una experiencia radical en el abismo indescifrable del mal y la culpa, que el propio narrador sólo logrará entender y asumir años más tarde, como en una fulguración, cuando conozca el éxito y lo que éste tiene de corrupción insidiosa. Para entonces la figura imprecisa de Rodney y su historia devastadora acabarán imponiéndosele con la fuerza de lo necesario, como un emblema de su propia historia, y acaso de la condición humana.


He conocido a Javier Cercas con la última novela que ha publicado, pero la experiencia lectora ha sido positiva, volveré a él. Terminado el libro me han entrado ganas de leer Soldados de Salamina, que la citan como su obra maestra. El estilo es sencillo, no es que tenga florituras ni sea muy descriptivo y poético. Pero consigue evocar sensaciones, es una novela de nostalgia, de encuentros y desencuentros, del sentido de la amistad. Por momentos una historia muy cruda, porque como anuncia en la contraportada trata de las devastadoras consecuencias de una guerra en las personas, y la infinita crueldad humana, empieza hablando de la guerra de Vietnam hasta llegar a la guerra de Irak. Aunque se trate de décadas diferentes la sinrazón sigue vigente. El protagonista y narrador no me inspiro mucha simpatía, el libro es por y para Rodney Falk un personaje fascinante, amante de los libros y que habla con devoción de Hemingway (he sentido curiosidad por leer algo de este autor). Rodney es el alma de La velocidad de la luz. Una novela más que recomendable.


***

“Antes odiaba la guerra y odiaba la vida y sobre todo me odiaba a mí; ahora amo la vida y la guerra y sobre todo me amo a mí. Ahora soy feliz.”


“La gente normal padece o disfruta la realidad, pero no puede hacer nada con ella, mientras que el escritor sí puede, porque su oficio consiste en convertir la realidad en sentido, aunque ese sentido sea ilusorio; es decir, puede convertirla en belleza, y esa belleza o ese sentido son su escudo. Por eso digo que el escritor es un chiflado que tiene la obligación o el privilegio dudoso de ver la realidad, y por eso, cuando un escritor deja de escribir, acaba matándose, porque no ha sabido quitarse el vicio de ver la realidad pero ya no tiene un escudo para protegerse de ella. Por eso se mató Hemingway. Y por eso cuando uno es escritor ya no puede dejar de serlo, a no ser que decida jugársela. Lo dicho: un oficio muy jodido.”


“Me había permitido vislumbrar de veras y sin saberlo el final del viaje, el final del túnel, el boquete en la puerta de piedra, lo único que me había sacado del subsuelo a la intemperie y me había permitido viajar más deprisa que la luz y recuperar parte de lo que había perdido entre el estrépito del derribo.”


"Lo que quiero decir es que quien siempre sabe adónde va nunca llega a ninguna parte, y que sólo se sabe lo que se quiere decir cuando ya se ha dicho."


"Ahora llevo una vida falsa, una vida apócrifa y clandestina e invisible aunque más verdadera que si fuera de verdad, pero yo todavía era yo cuando conocí a Rodney Falk. Fue hace mucho tiempo y fue en Urbana, una ciudad del Medio Oeste norteamericano en la que pasé dos años a finales de la década de los ochenta. La verdad es que cada vez que me pregunto por qué fui a parar precisamente allí me digo que fui a parar precisamente allí como podía haber ido a parar a cualquier otro sitio. Contaré por qué en vez de ir a parar a cualquier otro sitio fui a parar precisamente allí."

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