La victoria de las tropas aliadas sobre los ejércitos napoleónicos en LA BATALLA DE LOS ARAPILES, en las cercanías de Salamanca, significó un cambio de rumbo irreversible en la Guerra de la Independencia. Gabriel de Araceli, el pillete gaditano de los días de Trafalgar, acaba en esta entrega sus trabajos y avatares tras una decisiva actuación en la batalla, cerrando felizmente su historia y, con ella, la primera serie de los Episodios.
Décimo y último episodio de la Primera Serie. Aquí se concluye la historia de Gabriel de Araceli. Es inevitable pasar las últimas páginas con nostalgia al ver que se acaba una trama con la que hemos visto crecer y evolucionar a un personaje durante tantas y tantas andanzas. Del desenlace puedo decir que me encantó, no cambiaría nada. Yo recomiendo leer La batalla de los Arapiles enseguida de acabar el noveno episodio, el comienzo es una continuación directa del final de Juan Martín el Empecinado. Son dos episodios muy relacionados.
En este episodio vemos la labor de los aliados ingleses, esto me pareció muy bien retratado. En particular la descripción de la batalla que da nombre a esta novela es sublime, se respira la épica y es emocionante ver como se unen ingleses y españoles en la causa común.
De los personajes destacaría a la curiosa Miss Fly, una inglesa que se hace amiga de Gabriel, las conversaciones entre ambos nos regalan muchos momentos divertidos e iremos viendo como afecta a la trama. Sorprendente es ver la evolución de personajes como Inés y Amaranta, personajes que habían quedado relegados pero que al final terminan aportando mucho.
Como dije espectacular final el de esta Primera Serie. Es cuestión de tiempo para que emprenda la lectura de la Segunda Serie.
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"Adiós, mis queridos amigos. No me atrevo a deciros que me imitéis, porque sería inmodestia; pero si sois jóvenes, si os halláis postergados por la fortuna, si encontráis ante vuestros ojos montañas escarpadas, inaccesibles alturas, y no tenéis escalas ni cuerdas, pero sí manos vigorosas; si os halláis imposibilitados para realizar en el mundo los generosos impulsos del pensamiento y las leyes del corazón, acordaos de Gabriel Araceli, que nació sin nada y lo tuvo todo. "
"El rugido que atronó los espacios cuando el vencedor, lleno de ira y sediento de venganza se precipitó sobre el vencido para ahogarle, no es susceptible de descripción. Quien no ha oído retumbar el rayo en el seno de las tempestades de los hombres, ignorará siempre lo que son tales escenas. Ciegos y locos, sin ver el peligro ni la muerte, sin oír más que el zumbar del torbellino, nos arrojábamos dentro de aquel volcán de rabia. Nos confundíamos con ellos: unos eran desarmados, otros tendían a sus pies al atrevido que les quería coger prisioneros, cuál moría matando, cuál se dejaba atrapar estoicamente. Muchos ingleses eran sacrificados en el último pataleo de la bestia herida y desesperada: se acuchillaban sin piedad: miles de manos repartían la muerte en todas direcciones, y vencidos y vencedores caían juntos revueltos y enlazados, confundiendo la abrasada sangre. "
"-¡Yo quiero morir! -exclamé sintiendo que el puro y extremado afecto llevaba mi mente a mil raras sutilezas y tiquis miquis, y mi corazón a incomprensibles y quizás ridículos antojos. -¡Morir! -exclamó ella con tristeza-. ¿Y a qué viene ahora eso? ¿Se puede saber, señor mío querido? -Quiero morir para verte llorar por mí...pero en verdad esto es absurdo, porque si muriera, ¿cómo podría verte? Dime que me amas, dímelo. "