viernes, septiembre 17, 2010

LUCHANA de Benito Pérez Galdós


El núcleo del presente episodio es la batalla de LUCHANA, decisiva para el desarrollo posterior de la Primera Guerra Carlista, así como la figura del general Espartero que en ella logró alzarse con la victoria. Entretejida con el hecho histórico, sin embargo, seguimos averiguando la peripecia amorosa y vital del liberal y romántico Fernando Calpena, personaje del que se sirve Galdós para enhebrar toda esta Tercera serie.

Desde que concluí Mendizabal ha pasado un tiempo, así que para situarme (y situaros), recordar que Luchana es el cuarto episodio de la Tercera Serie de los EE NN. La buena noticia es que comienza a despuntar, esperemos que siga esta tendencia nuestro Galdós, y de momento lo considero el mejor de esta tercera entrega, con algunas partes que recuerdan a los momentos de gloria de los episodios.

No desvelo nada diciendo que aquí vamos a aprender a admirar más, si cabe, al personaje de Fernando Calpena, sigue evolucionando más, en esta batalla de Luchana, retratada de forma sublime por Don Benito, y la trama hilvada por éste hace que nos solidaricemos mucho con Calpena (y quién quiera saber más, que llegue hasta el final…).

La trama, el espacio, la recreación en torno a Aura es diferente al fragor de Luchana, se diría que son dos partes diferenciadas. Ella también experimenta cambios en esta entrega, mientras espera a Fernando, pero el autor maneja esta parte de la historia con el característico estilo del folletín, con el añadido de personajes nuevos, protegidos de la joven.

***

Creo que la política no se hace con sentimientos sino con virtudes, y como no tenemos éstas, poco adelantamos.”

“¡Oh!, no, amigo mío: ya estoy muy acabado; ya no soy ni sombra de lo que fui. Verdad que no me falta la cabeza, y discurro como en mis mejores tiempos; pero la vista se me va. Hay días en que no veo tres sobre un burro, y si sigo así, pronto quedaré ciego. Esto me aflige, porque me he propuesto llegar a los noventa. Respecto de mi edad, habrá usted oído mil leyendas. Hay quien cree que he cumplido el siglo, y que me rebajo... Patraña: hace lo menos diez años que renuncié a ese inocente coquetismo.

-No representa usted -dijo Calpena queriendo halagarle- arriba de setenta... setenta y dos todo lo más.

-¡Ay, qué lisonjero y qué bon enfant! No, hijo... aumente usted un poquito, y llegue hasta los setenta y ocho. Sí señor: yo vine al mundo en la noble ciudad de Olite, en 1758. Eche usted una mirada a todo lo que comprende el espacio entre esa fecha y este pícaro 36. Sí señor, en 1758: le llevo once años a Napoleón y a Wellington, que nacieron el 69; Mozart era más viejo que yo en dos años, y Schiller un año más joven. Goya, mi amigo, el pintor celebérrimo, me llevaba doce años, y yo le llevo nueve a D. Manuel Godoy. Como Napoleón, otras celebridades que ya se han muerto, Beethoven, Moratín, Talma, eran mucho más jóvenes que yo…

-¡Qué prodigiosa memoria!

-No diga usted memoria; diga usted años. Cuando uno va de capa caída, se entretiene en ajustar estas tristes cuentas, en comparar vejeces...”

2 comentarios:

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