sábado, agosto 22, 2009

MENDIZÁBAL, Benito Pérez Galdós


Personaje de los más polémicos, al tiempo que representativos, de la vida política de nuestro siglo XIX, MENDIZÁBAL y su célebre «desamortización» constituyen el eje de este Episodio galdosiano. En torno a él empieza a urdirse, asimismo, la trama novelesca que tiene como protagonista a Fernando Calpena y que servirá de hilo conductor a esta «Tercera serie» de los Episodios Nacionales.
Como anuncia el título, este episodio retrata la figura de Juan Álvarez Mendizabal y lo clave que fue su actuación para la vida política y social de aquellos años. Lo que más resalta Galdós son los cambios económicos que quiere promover y como le va quitando poder a la Iglesia, que hasta ese momento era muy privilegiada. Pero el verdadero protagonista de la historia es Fernando Calpena, que se ve introducido en sociedad gracias a un benefactor oculto(tal y como sucede en Grandes esperanzas), que también le procura un empleo importante. Fernando conoce a mucha gente y hace algunos amigos, pero el más íntimo es el sacedorte don Pedro Hillo, muy entrañable, un personaje que hace fácilmente que le cojamos afecto. Luego está Aura, que junto con Fernando protagoniza la historia de amor de esta novela. Pero como siempre Galdós no deja claro si conseguirán vencer a todo para vivir su amor. Incógnitas para los siguientes episodios (justamente como en la Primera Serie). También hay otros personajes destacables como don José Milagros, cuyas intervenciones no tienen desperdicio, y la miserable Jacoba Zahón, una villana 100% galdosiana.
Si a todo esto le añadimos folletín e intrigas en la corte de Cristina, tenemos un gran libro. Es bastante superior a Zumalacárregui. Puede que tengamos en Calpena a un buen sucesor de Gabrielillo, veremos que sucede en próximos episodios.


***

"No espantado de la muerte, o echándoselas de valiente, hablaba Serrano de su próximo fin con entereza estoica un poquito afectada. Era moda entonces morirse en la flor de la edad, tomando posturas de fúnebre elegancia. Habíamos convenido en que seríamos más bellos cuanto más demacrados, y entre las distintas vanidades de aquel tiempo no era la más floja la de un fallecimiento poético, seguido de inhumación al pie de un ciprés de verdinegro y puntiagudo ramaje. «Estos pobres huesos -prosiguió Serrano- están pidiendo la mortaja. Le diré a usted, en confianza, que es de tanto sufrir y de tanto gozar... Mi vida, si yo la contara, sería la más interesante de las novelas. Mis años, por el mucho y precipitado vivir, parecen siglos..."


“Calpena se decía: «Esto es sueño. Tal mujer no existe. Es la que traigo en mi imaginación desde qué sé yo cuándo... Lo que ahora me pasa es como el morir, como el nacer. No sé si muero o nazco... ¡Vaya una mano! Si me diera una bofetada, vería yo a Dios en su trono... ¡Y qué cuerpo, qué flexibilidad, qué gallardía! Ese traje que antes me pareció verde, ahora es azul, obscurito como un cielo sin luna, y esas motitas son como estrellas, que en los pliegues se esconden, se apagan... El espacio entre el borde del vestido y el suelo parece, cuando anda, un espacio que ríe, una boca que habla... No sé... estoy loco... “


“Si hallamos libre el camino del cielo, al cielo. Si no hay otro camino que el del abismo, al abismo... Todo antes que arrastrar esta oprobiosa cadena del presidio social; todo antes que sufrir el ultrajante despotismo de los cabos de vara que, con el nombre de autoridades, civil, doméstica y política, cobran el barato en este patio inmundo. Huyamos de ellos. Busquemos el aire libre, lejos del aliento infecto de los cabos de vara. Sobre todas las leyes, prevalece el amor, ley suprema, porque él es la creación, el principio de las cosas.”

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