sábado, diciembre 20, 2008

LA VERDAD SOBRE EL CASO SAVOLTA de Eduardo Mendoza


Esta novela policíaca recrea la tensión revolucionaria que había en Barcelona cuando fue escenario de choques violentos entre obreros y patronos, al socaire de la primera guerra mundial y de sus consecuencias. La ciudad, verdadera protagonista de la obra, se nos presenta como un conglomerado de fiestas, de bombas y flores, asesinatos y amoríos, locura y aceptación, poblada por individuos que reúnen la más compleja humanidad.

Conocida como la obra maestra de este autor. Leí El misterio de la cripta embrujada y me gustó bastante, así que quise leer algo de sus inicios. Por eso me decanté por esta obra, de la que he leído muy buenos comentarios. La describieron como precursora de la narrativa posterior. Mendoza no escribiría nada mejor.
Como novela policiaca tiene los elementos para mantener la expectación, pues la intriga permanece durante toda la novela hasta el final. Es muy recomendable como novela representante de este género. Tiene el añadido de un espacio y tiempo muy bien retratados, la oscura Barcelona de los años 20. Me hubiera faltado conectar algo más con los personajes, me quedaría con Javier Miranda y María Rosa Savolta.
La narración es complicada, pero al final se comprende porque el autor ha empleado todos esos recursos. Personalmente no vi las similitudes de quienes comparaban La sombra del viento con esta novela, en su estilo son las dos obras ejemplares. Cumplió las expectativas que tenía puestas en ella, la recomiendo.


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"La libertad es la posibilidad de vivir acorde con la moral impuesta por las realidades concretas de cada individuo en cada época y cincunstancia. De ahí su carácter variable, relativo e imposible de delimitar."

“De las paredes colgaban aún pasquines que las primeras aguas del otoño en ciernes se cuidaron de desleír. En los suelos se arremolinaban las octavillas fustigadas por el viento, mezcladas con las hojas pardas de los plátanos que se desnudaban y dejaban ver un cielo encapotado que amasaba truenos y chaparrones. Los coches de punto circulaban brillantes como el charol bajo la lluvia; las farolas de gas se reflejaban en el empedrado, las ventanas se cubrían de gruesas cortinas, humeaban las chimeneas, los viandantes aceleraban los pasos retardados y cansinos del verano, embozados en sus capas.”

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