domingo, febrero 10, 2008

LA SEGUNDA CASACA de Benito Pérez Galdós

LA SEGUNDA CASACA continúa las memorias del inefable Pipaón que articulan el episodio anterior, trazando con idéntico humor la trayectoria que llevó a tantos del más rabioso absolutismo a la militancia liberal y que desembocó en el éxito del levantamiento de Riego. Junto con los personajes de Salvador Monsalud, Jenara y Carlos Navarro, se retoma a su vez la peripecia novelesca que dio comienzo en «El equipaje del rey José», primer episodio de esta Segunda serie.


Galdós concluyó La segunda casaca en 1876. Este tercer episodio de la Segunda Serie se encuadra en la llegada de la Revolución liberal a fines de 1819 y principios de 1820: la irremediable división de dos Españas. Juan Pipaón continúa como protagonista narrador de su denominadas Memorias. Este personaje sigue sin simpatizarme y en esta entrega me parece aun más miserable. Es una representación de las muchas personas que cambiaron de bando según su comodidad. La novela cobra el mayor interés y fuerza narrativa con la aparición de Salvador Monsalud (retomándose así la trama iniciada en El equipaje del Rey José). El duelo dialéctico entre Pipaón y Monsalud es brillante, una de las mejores partes de la novela. Jenara me pareció un personaje fascinante, es una muestra de las mujeres con gran valor de aquella época que ya retrato el escritor en otros episodios. De estos tres primeros episodios no sabría decir cuál es el mejor, entre el primero y el tercero se encontraría. Pero si tengo claro que el desenlace de La segunda casaca es uno de los mejores salidos de la imaginación de Don Benito, no sólo de los EE NN, sino de su obra en general.


***

“¡Miserables, bullangueros! ¿Qué volcán os escupió de su pecho sulfúreo, qué infierno os vomitó, qué hidra venenosa os llevó en sus entrañas? No os contentabais con aullar en los presidios, clamando contra nosotros y contra la augusta majestad soberana del mejor de los Reyes, sino que también, ¡oh, vileza!, agitasteis con nefandas conspiraciones la Península toda, amenazándonos con un nuevo triunfo de la aborrecida revolución. Después de insultarnos a todos los que componíamos aquel admirable conjunto y oligarquía poderosa, para mangonear en lo pequeño y lo grande, con el Reino en un puño y el Trono en otro, os atrevisteis a conjuraros con militares descontentos y paisanos inquietos para cambiar el Gobierno.”


“El odio; hablo del odio que se ha fijado en mí desde hace algunos años como un puñal que me atraviesa el corazón. Incapaz de tranquilidad, escandalizada de la debilidad de los hombres, que han dejado sin castigo a tan grave criminal, me he lanzado resueltamente y con todo el ardor de mi carácter a un trabajo impropio de mi sexo y condición. He desfallecido muchas veces, he sufrido grandes sonrojos; pero al fin la fuerza de mi propia pasión me ha dado energía, y con la energía una luz extraordinaria. ¡Qué no conseguirá la voluntad de una mujer, su penetrante instinto, su admirable sagacidad!...”


“-Estoy confuso. Los extraños sentimientos de usted no se explican fácilmente. De pronto una furia inquisitorial contra el hijo... de pronto una sensibilidad plañidera en favor de la madre. ¿Qué es esto?
-¿Acaso lo sé yo? Amigo D. Juan, la holgazanería del corazón trae estos extremados apasionamientos.
-¡La holgazanería del corazón! -La falta de afecciones tranquilas. Mi soledad, el alejamiento de mi marido, el no ser ni madre, ni hermana de nadie, traen un estado en que el corazón ocioso trabaja buscando afectos. Es como un desheredado que ha de ganarse la vida. Trabaja, discurre o coge lo que encuentra.”


“Todo es acción: las tinieblas y el misterio han dejado de ser vano velo de las chocarrerías de los holgazanes. Yo lo he visto todo desde el principio: he visto las jimias haciendo muecas entre dos calaveras en la ahumada atmósfera de una cueva; y hoy veo a los hombres inteligentes y formales labrando en silencio y sin aparato las palancas poderosas con que pronto ha de moverse lo de arriba. Sólo en las épocas en que no hay nada que hacer existen esas vanidades y espantajos ridículos de que habla el vulgo. Ahora la inmensidad de la tarea une las manos de todos los hombres en una obra común, y desaparecen las máscaras convencionales y las fórmulas aparatosas, que más bien eran entretenimiento que utilidad. Eso no quita que en plena luz, y a la faz del mundo oficial y de la tiranía, se empleen ciertos signos para reconocerse y obrar de acuerdo; pero allá dentro, amigo, en nuestro reino escondido, en aquella vida de catacumbas donde se prepara la nueva vida libre y pública, todo es claridad y sencillez. Se trabaja, se extiende la acción con arte y fuerza; se prepara el golpe con la destreza y habilidad necesarias para que no se malogre como otras veces.”


“-Hace poco, cuando estábamos en aquellos sótanos tan apacibles, me dijiste que la Inquisición era una burla, un fantasma.
-Una burla y un fantasma porque no es lo que era, es decir, porque no quema, ni descuartiza, ni descoyunta, pero aún tiene presos y alguna vez se da el gustazo de atormentar. Si he de hablarte con franqueza, en este período de perdición y desvanecimiento en que ha entrado el absolutismo, no temo ni que me ahorquen ni que me fusilen, porque además de la flojedad del Gobierno, no faltaría quien me salvase; pero temo las molestias, y sobre todo la falta de libertad.”

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