domingo, septiembre 16, 2007

LA BARRACA de Vicente Blasco Ibáñez

Sobre las tierras del tío Barret, que se atrevió a romper las cadenas y a cortar la cabeza del amo, don Salvador, con la consiguiente ruina de su familia, pesa una maldición. Convertidas en símbolo de la lucha contra los terratenientes, nadie debe cultivarlas. La hostilidad se desata contra un forastero, Batiste Borrull, que, con el sueño de sacar a su familia adelante, decide arrendarlas, desatando así una tempestad de odio y resentimiento que culmina trágicamente. En la mejor tradición de la novela naturalista, Vicente Blasco Ibáñez (1867-1928) se demora en LA BARRACA (1898) en el análisis de la psicología colectiva y achaca la crueldad de los personajes a los bajos instintos y a la brutalidad del medio en que viven. En estas circunstancias adversas, la lucha del maestro, don Joaquín, para educar a sus alumnos, resulta infructuosa.

Probablemente la historia más dura y dramática que habré leído. En las páginas se respira la dureza de la barraca, la hostilidad, el odio y crueldad de los campesinos. Es una novela que despierta muchos sentimientos conforme avanzas en la lectura, impotencia por lo que le sucede al protagonista Batiste y su familia, como te involucras con ellos, y es que a pesar de ser varias historias entrecruzadas me parecen personajes profundos. Es impresionante como se vive la historia de forma tan intensa. Vicente Blasco Ibáñez tiene un estilo que me encanta, disfruté mucho de la recreación de los parajes del mundo rural y las barracas, es una novela que apenas cuenta con diálogos, sin embargo no me pareció nada densa su lectura. La mejor crítica que he leído hasta ahora sobre la injusticia del mundo rural y la hegemonía de los caciques. He descubierto a otro gran escritor, serán muchos los que lea de él, creo. Cañas y barro creo que sea el próximo.


***

"El mal llegando a él de todas partes, surgiendo de los cmainos, de las casas, de los cañares, aprovechando todas las ocasiones para herir a los suyos; y él, inerme, sin poder defenderse de aquel enemigo que se desvanecía apenas intentaba resolverse contra él, cansado de surfrir. ¡Gran Dios! ¿Qué había hecho él para padecer tanto? ¿No era un hombre bueno...?"


"¡El pan...! ¡Cuánto cuesta ganarlo! ¡Y cuán malos hace a los hombres! (...)Estaban más solos que en medio de un desierto; el vacío del odio era mil veces peor que el de la naturaleza"


"De las techumbres de paja de las barracas salían las bandadas de gorriones como un tropel de pilluelos perseguidos, y las copas de los arboles empezaban a estremecerse bajo los primeros jugueteos de estos granujas del espacio, que todo lo alborotaban con el roce de sus blusas de plumas. Apagábanse lentamente los rumores que habían poblado la noche: el borboteo de las acequias, el murmullo de los cañaverales, los ladridos de los mastines vigilantes. Despertaba la huerta, y sus bostezos eran cada vez más ruidosos. Rodaba el canto del gallo de barraca en barraca. Los campanarios de los pueblecitos devolvían con ruidoso badajeo el toque de misa primera que sonaba a lo lejos, en las torres de Valencia, esfumadas por la distancia. De los corrales salía un discordante concierto animal: relinchos de caballos, mugidos de vacas, cloquear de gallinas, balidos de corderos, ronquidos de cerdos; un despertar ruidoso de bestias que, al sentir la fresca caricia del alba cargada de acre perfume de vegetación, deseaba correr por los campos. "

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