Las vacunas sirven para estimular el sistema inmunológico del gato para que produzca defensas contra una enfermedad determinada. Suelen estar hechas a base de virus o bacterias atenuados, o sea, microorganismos vivos pero que no pueden hacer daño, pese a que continuan estimulando el sistema inmunológico. Generalmente, para su elaboración se emplea la ingeniería genética, conteniendo únicamente la parte del virus necesaria para desarrollar la respuesta inmunitaria (antígeno).
Existen varias clases de vacunas preventivas que se le pueden poner al gato. Siempre han de ser puestas por un veterinario ya que él es el único que puede certificar que han sido suministradas a ese gato, y ésa es una de las principales características de las vacunas.
Conviene poner siempre una vacuna antirrábica. Igualmente, conviene vacunar a los gatitos a los 3 meses de vida contra la enteritis infecciosa felina, suministrándose cada 2 años una de recuerdo.
No obstante, los criadores suelen suministrar varios tipos de vacuna, bien para proteger a sus gatos de raza o porque son obligados por las asociaciones felinas para poder participar en exposiciones, lugares en donde sus gatos se exponen a mayores riesgos de contagio.
Al gato únicamente hay que vacunarle si está sano y siempre siguiendo el calendario fijado por el veterinario. Es muy importante comunicarle al veterinario antes de la vacunación los casos en que se trate de una gata preñada para que inocule un virus atenuado o muerto que no perjudique a las crías. Por último, recordar que la protección ante cualquier virus es sólo efectiva a partir de la semana de la segunda vacuna.
Entre las enfermedades contra las que se utilizan generalmente las vacunas destacamos:
La leucemia: esta enfermedad puede ser letal, siendo el virus que más muertes causa entre los gatos. Es de acción lenta y ataca las defensas naturales del gato permitiendo, así, que se desarrollen otras graves enfermedades como son la anemia severa, tumores en los nódulos linfáticos, una grave infección en las encías y el fracaso renal.
La leucopenia infecciosa felina: también conocida como moquillo del gato o gastroenteritis felina, esta enfermedad puede ser mortal. Sus síntomas son la diarrea, los vómitos, aletargamiento, apatía y la deshidratación.
Los herpes y calicivirus: estos virus pueden ser mortales para los cachorros. Una vez contraído el herpes puede resultar recurrente durante toda la vida. Los síntomas de estas enfermedades son los estornudos, inflamación en ojos y encías, secreción en los ojos, úlceras en la boca, fiebre y debilidad.
La chlamydia: esta enfermedad es muy contagiosa y requiere tratamiento con antibióticos. Sus síntomas son una grave inflamación y secreción en los ojos.
El coronavirus: la manifestación más grave de esta enfermedad es mortal y se denomina peritonitis infecciosa felina (PIF). Sus síntomas son variables, pero suelen ser un abdomen hinchado, anemia, pérdida de peso y la deshidratación.
La rabia: la vacuna contra esta enfermedad es obligatoria en Europa y Estados Unidos, proporcionando cada vacuna entre 1 y 3 años de protección. En varios países han sido vacunados los animales que viven en libertad desde el aire con notable éxito, gracias a la ingeniería genética. Esto ha provocado una gran reducción del número de casos e, incluso, la erradicación total de esta enfermedad.
Existen varias clases de vacunas preventivas que se le pueden poner al gato. Siempre han de ser puestas por un veterinario ya que él es el único que puede certificar que han sido suministradas a ese gato, y ésa es una de las principales características de las vacunas.
Conviene poner siempre una vacuna antirrábica. Igualmente, conviene vacunar a los gatitos a los 3 meses de vida contra la enteritis infecciosa felina, suministrándose cada 2 años una de recuerdo.
No obstante, los criadores suelen suministrar varios tipos de vacuna, bien para proteger a sus gatos de raza o porque son obligados por las asociaciones felinas para poder participar en exposiciones, lugares en donde sus gatos se exponen a mayores riesgos de contagio.
Al gato únicamente hay que vacunarle si está sano y siempre siguiendo el calendario fijado por el veterinario. Es muy importante comunicarle al veterinario antes de la vacunación los casos en que se trate de una gata preñada para que inocule un virus atenuado o muerto que no perjudique a las crías. Por último, recordar que la protección ante cualquier virus es sólo efectiva a partir de la semana de la segunda vacuna.
Entre las enfermedades contra las que se utilizan generalmente las vacunas destacamos:
La leucemia: esta enfermedad puede ser letal, siendo el virus que más muertes causa entre los gatos. Es de acción lenta y ataca las defensas naturales del gato permitiendo, así, que se desarrollen otras graves enfermedades como son la anemia severa, tumores en los nódulos linfáticos, una grave infección en las encías y el fracaso renal.
La leucopenia infecciosa felina: también conocida como moquillo del gato o gastroenteritis felina, esta enfermedad puede ser mortal. Sus síntomas son la diarrea, los vómitos, aletargamiento, apatía y la deshidratación.
Los herpes y calicivirus: estos virus pueden ser mortales para los cachorros. Una vez contraído el herpes puede resultar recurrente durante toda la vida. Los síntomas de estas enfermedades son los estornudos, inflamación en ojos y encías, secreción en los ojos, úlceras en la boca, fiebre y debilidad.
La chlamydia: esta enfermedad es muy contagiosa y requiere tratamiento con antibióticos. Sus síntomas son una grave inflamación y secreción en los ojos.
El coronavirus: la manifestación más grave de esta enfermedad es mortal y se denomina peritonitis infecciosa felina (PIF). Sus síntomas son variables, pero suelen ser un abdomen hinchado, anemia, pérdida de peso y la deshidratación.
La rabia: la vacuna contra esta enfermedad es obligatoria en Europa y Estados Unidos, proporcionando cada vacuna entre 1 y 3 años de protección. En varios países han sido vacunados los animales que viven en libertad desde el aire con notable éxito, gracias a la ingeniería genética. Esto ha provocado una gran reducción del número de casos e, incluso, la erradicación total de esta enfermedad.
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