En un mundo plano sostenido por cuatro elefantes impasibles que cabalgan sobre la espalda de una tortuga gigante (de sexo desconocido), habitan los estrafalarios personajes de esta novela: un hechicero avaricioso pero decididamente inepto, un turista ingenuo cuyo fiero equipaje le sigue fielmente a todas partes sostenido por cientos de patitas, dragones que sólo existen si se consigue creer en ellos, gremios de ladrones y asesinos, espadas mágicas con grados diversos de pesadez, LA MUERTE y, por supuesto, magia y demonios en abundancia...
El color de la magia es la primera novela de la serie del Mundo Disco, un conjunto de parodias en las que se dan cita todos los temas y situaciones clásicos del género, visto a través del personalísmo y corrosivo humor de Terry Pratchett, un joven inglés que se ha convertido rápidamente en uno de los escritores de humor de mayor éxito y fama en el mundo.
En esta primera novela de Mundodisco el autor da una introducción sobre este mundo, como siempre con mucho humor e ironía, con descripciones sobre la Gran Tortuga A´Tuin, las decisiones de los dioses, y ciudades, todo a lo largo de cuatro partes. Nos presenta a un peculiar personaje Dosflores, el primer turista de Mundodisco. Un turista que sólo quiere vivir aventuras y que ante los peligros en los peligros en que se ve envuelto con Rincewind, se entusiasma y vive con fervor sus encuentros con dragones, supuestos héroes y demás seres. Entrañable por su inocencia.
En Rechicero descubría al personaje de Rincewind (antes de llegar a este libro ya había leído 3 de la saga), por lo que me ha encantado conocer los inicios de este curioso mago. Como siempre completamente inepto y especialista en verse envuelto en el caos, por lo que es el eterno antihéroe.
Recomendable para los seguidores de la fantasía, por ser una sátira y a la vez homenaje de los libros del género.
“La Gran Tortuga A´Tuin se acerca, nadando lentamente por el golfo interestelar con los pesados miembros llenos de hidrógeno congelado, la enorme y viejísima concha llena de cráteres de meteoros. Con unos ojos del tamaño de mares, encostrados de lágrimas reumáticas y polvo de asteroides, Él contempla fijamente el destino.”
“-Una de las ventajas de estar muerto es que uno queda libre de las ligaduras del tiempo. Por tanto, puedo ver lo que ha sucedido y sucederá todo al mismo tiempo. Aunque claro ahora sé que a efectos prácticos, el Tiempo absoluto no existe.
-Eso no parece una desventaja-señaló Dosflores.
-¿Tú crees? Imagina que cada momento sea uno, que resulte a la vez un recuerdo lejano y una sorpresa desagradable y ya verás?”
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