Esta segunda entrega de Las aventuras del capitán Alatriste es si cabe más emocionante que la primera. Leí que la tendencia era a mejorar la saga libro tras libro, y veo que se está cumpliendo. En esta nueva aventura también aparece Francisco de Quevedo, uno de mis personajes favoritos, y como siempre me gusta el papel que le da el autor en la historia. Me encantó ver la evolución de Íñigo Balboa, un adolescente que madura prematuramente y nos pone al tanto de la ferocidad de la Inquisición en aquella época. Alatriste se une aún más a Iñigo, demostrando su valía.
Espero leer pronto El sol de Breda.
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“A veces, cuando los recuerdos afloran tanto que añoro incluso a los viejos enemigos, me encamino al lugar donde está el retrato que pintó Diego Velásquez y permanezco horas mirándola en silencio, consciente de que nunca la llegué a conocer del todo. Pero mi viejo corazón conserva con las cicatrices que ella me inflingió, la certeza de que esa niña, la mujer que me hizo en vida cuanto mal pudo, me amó también hasta la muerte a su manera.”
“En cuanto a nosotros, fuimos hombres de nuestro siglo: no escogimos nacer y vivir en aquella España, a menudo miserable y a veces magnífica, que nos tocó en suerte; pero no la nuestra. Y ésa infeliz patria-o como diablos la llamen ahora- que, me guste o no, llevo en la piel, en los ojos cansados y en la memoria. ”
"No soy amigo de dar consejos-a nadie lo acuchillan en cabeza ajena-, mas ahí va uno de barato: desconfíen siempre vuestras mercedes de quien es lector de un sólo libro"
"-Entonces os mato ahora mismo como que hay Dios. El otro gimió de nuevo, angustiado. Estaba inmóvil, sin atreverse ya a pestañear siquiera. Las sábanas y su camisa de dormir olían a sudor agrio, a miedo y a odio."
Esta entrada se la dedico a Clara, amiga gracias a la que tengo hoy este libro en mis manos.
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