Publicada en 1876, DOÑA PERFECTA no es sólo la novela de Benito Pérez Galdós (1843-1920) que suscitó más encendidas polémicas, sino también una obra sumamente representativa de su primera etapa creadora. El conflicto entre la posición progresista y europeizante de Pepe Rey -joven ingeniero que llega a la ciudad episcopal de Orbajosa con la intención de casarse con Rosarito, prima suya e hija de doña Perfecta, puntal de la sociedad orbajonense- y la actitud inmovilista de una sociedad apegada a creencias y formas de existencia tradicionales constituye el núcleo en torno al cual se articula.
El libro en general se disfruta mucho, se puede leer del tirón, de tiene muchos grandes momentos, además la caracterización que hace Galdós de los personajes es maravillosa. Me encantó como recreo ese ambiente rural. Creo que este es uno de los mejores del autor de los que llevo leídos. El dramatismo del final sobrecoge.Creo que de todos los personajes el más logrado es Doña Perfecta, es impresionante como llega a caracterizarla, es la típica malvada que eclipsa al resto (y veo que es un claro ejemplo de la hipocresía de la gente adinerada de aquella época, bellísimas personas de cara a la sociedad por el papel que crean, mientras que son despotas con sus familiares), tipo Conde Fosco.
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“¿Eso que tenemos delante es el Cerrillo de los Lirios? ¿Pero dónde están esos lirios, hombre de Dios? Yo no veo más que piedras y yerba descolorida. Llamen a eso el Cerrillo de la Desolación y hablarán a derechas. Exceptuando Villahorrenda, que parece ha recibido al mismo tiempo el nombre y la hechura, todo aquí es ironía. Palabras hermosas realidad prosaica y miserable. Los ciegos serían felices en este país, que para la lengua es paraíso y para los ojos infierno.”
“Era Rosarito una muchacha de apariencia delicada y débil, que anunciaba inclinaciones a lo que los portugueses llaman saudades. En su rostro fino y puro se observaba la pastosidad nacarada que la mayor parte de los poetas atribuyen a sus heroínas, y sin cuyo barniz sentimental parece que ninguna Enriqueta y ninguna Julia pueden ser interesantes. Pero lo principal en Rosario era que tenía tal expresión de dulzura y modestia, que al verla no se echaban de menos las perfecciones de que carecía. No es esto decir que era fea; mas también es cierto que habría pasado por hiperbólico el que la llamara hermosa, dando a esta palabra su riguroso sentido. La hermosura real de la niña de doña Perfecta consistía en una especie de transparencia, prescindiendo del nácar, del alabastro, del marfil y demás materias usadas en la composición descriptiva de los rostros humanos, una especie de transparencia, digo, por la cual todas las honduras de su alma se veían claramente; honduras no cavernosas y horribles como las del mar, sino como las de un manso y claro río. Pero allí faltaba materia para que la persona fuese completa: faltaba cauce, faltaban orillas. El vasto caudal de su espíritu se desbordaba, amenazando devorar las estrechas riberas.”
“Negros y rasgados los ojos, fina y delicada la nariz, ancha y despejada la frente, todo observador la consideraba como acabado tipo de la humana figura: pero había en aquellas facciones cierta expresión de dureza y soberbia que era causa de antipatía. Así como otras personas, aun siendo feas, llaman, doña Perfecta despedía. Su mirar, aun acompañado de bondadosas palabras, ponía entre ella y las personas extrañas la infranqueable distancia de un respeto receloso; mas para las de casa, es decir, para sus deudos, parciales y allegados, tenía una singular atracción. Era maestra en dominar, y nadie la igualó en el arte de hablar el lenguaje que mejor cuadraba a cada oreja. Su hechura biliosa, y el comercio excesivo con personas y cosas devotas, que exaltaban sin fruto ni objeto su imaginación, la habían envejecido prematuramente, y, siendo joven, no lo parecía. Podría decirse de ella que con sus hábitos y su sistema de vida se había labrado una corteza, un forro pétreo, insensible, encerrándose dentro como el caracol en su casa portátil. Doña Perfecta salía pocas veces de su concha.”
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