"Algún día escribí libertad". Así empieza esta novela en la que Elena Quiroga logra uno de los más profundos retratos de la experiencia de una niña huérfana que se va haciendo mujer. La acción se sitúa en los años de la Segunda República, sobre el trasfondo de la agitación social que pregona la guerra civil, en el ambiente de un colegio de monjas contrarrestando con temporadas en casa de la abuela. Phyllis Zatlin, especialista en la obra quiroguiana, analiza en su introducción cómo Escribo tu nombre es, probablemente, la obra de la literatura hispánica moderna que mejor refleja la paralela experiencia femenina, a través de la exposición del mundo interior de Tadea, la protagonista, desde su aceptación de las normas aprendidas hasta su búsqueda personal de Dios, desde su refugio en la colectividad hasta su actitud crítica y su ansia de libertad.
La primera frase de esta novela no es vano porque la libertad será una constante en este libro, la lucha por la libertad y la frustración por verla robada. Elena Quiroga hace un profundo retrato psicológico en el personaje de Tadea, una niña poco convencional, con un gran mundo interior que no deja de hacerse planteamientos. Sorprende como una niña puede llegar a esas reflexiones y como no se deja arrastrar. La autora dibuja un ambiente opresivo, tanto en el colegio religioso como en el hogar de los familiares, donde le reprochan su independencia. Este es uno de los libros donde he visto una evolución más marcada de un personaje, con un desenlace con una Tadea mujer. Hasta el final vive una intensa búsqueda en su espiritualidad, hasta encontrar una concepción sobre Dios con la que se siente satisfecha, a pesar de las recriminaciones de las monjas.
En mi opinión, el personaje de Isabel Gauna, la niña santa, aunque breve en la historia, es decisivo para Tadea. La familia no lo es tanto, salvo el tío Juan (la pasión por la literatura) y la abuela. En muchas ocasiones no dejaba de acordarme de Andrea, protagonista de Nada, que tiene bastantes cosas en común con Tadea.
Es una verdadera lástima que una escritora con los méritos de Elena Quiroga haya quedado tanto en el olvido, y no se encuentre entre las grandes figuras como sus contemporáneos. Yo por mi parte pienso rescatarla del olvido, leyendo todas las obras suyas con las que me encuentre. Recomiendo esta novela a quienes disfruten mucho con la novela psicológica, porque es sobre todo eso.
La primera frase de esta novela no es vano porque la libertad será una constante en este libro, la lucha por la libertad y la frustración por verla robada. Elena Quiroga hace un profundo retrato psicológico en el personaje de Tadea, una niña poco convencional, con un gran mundo interior que no deja de hacerse planteamientos. Sorprende como una niña puede llegar a esas reflexiones y como no se deja arrastrar. La autora dibuja un ambiente opresivo, tanto en el colegio religioso como en el hogar de los familiares, donde le reprochan su independencia. Este es uno de los libros donde he visto una evolución más marcada de un personaje, con un desenlace con una Tadea mujer. Hasta el final vive una intensa búsqueda en su espiritualidad, hasta encontrar una concepción sobre Dios con la que se siente satisfecha, a pesar de las recriminaciones de las monjas.
En mi opinión, el personaje de Isabel Gauna, la niña santa, aunque breve en la historia, es decisivo para Tadea. La familia no lo es tanto, salvo el tío Juan (la pasión por la literatura) y la abuela. En muchas ocasiones no dejaba de acordarme de Andrea, protagonista de Nada, que tiene bastantes cosas en común con Tadea.
Es una verdadera lástima que una escritora con los méritos de Elena Quiroga haya quedado tanto en el olvido, y no se encuentre entre las grandes figuras como sus contemporáneos. Yo por mi parte pienso rescatarla del olvido, leyendo todas las obras suyas con las que me encuentre. Recomiendo esta novela a quienes disfruten mucho con la novela psicológica, porque es sobre todo eso.
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“Algún día escribí libertad. Mucho más tarde. No aquel invierno primero del colegio, ni el siguiente. Escribíamos en los cristales, sobre el cuajado del frío o el vaho de la lluvia o nuestro aliento. Echábamos el aliento y escribíamos encima con el índice abriendo aquel camino sinuoso y fuerte que formaban las letras. Escribíamos también en los bordes de las hojas de los libros de texto, durante el estudio, pero sobre todo durante la clase, mientras la monja explicaba la lección garabateábamos ya sin necesidad de mirar, acertando a tientas como acertábamos a respirar.”
“Falsedad, artificio, engaño, valores convenidos, pasarse la consigna del engaño unos a otros para poder tirar. El mentiroso mundo es lo que es, no se arroga disfraces. Pero en el acto reconocí también: Algunos usan a Cristo-no usar Su Nombre en vano, éste era el significado-, se atribuyen título de cristianos sólo por el bautismo. No saben a Quién siguen, ni a qué religión pertenecen. Es una sociedad perdida, a la deriva. (¿Y yo? ¿Dónde estaba Cristo? Aquel Cristo cerca y vivo, aquel amor secreto y tal intenso que no había querido declarar a nadie ni casi decírmelo a mí misma para no perderlo, para que no se esfumara ¿lo había dejado perder, lo había perdido?)
Un vacío pavoroso ante mí, tan desierto y tan inhumano como aquella clausura y tan común como ella.(Pero dentro de mí aquel desolador dolor de Él… ¿Era eso amar?)”
“Falsedad, artificio, engaño, valores convenidos, pasarse la consigna del engaño unos a otros para poder tirar. El mentiroso mundo es lo que es, no se arroga disfraces. Pero en el acto reconocí también: Algunos usan a Cristo-no usar Su Nombre en vano, éste era el significado-, se atribuyen título de cristianos sólo por el bautismo. No saben a Quién siguen, ni a qué religión pertenecen. Es una sociedad perdida, a la deriva. (¿Y yo? ¿Dónde estaba Cristo? Aquel Cristo cerca y vivo, aquel amor secreto y tal intenso que no había querido declarar a nadie ni casi decírmelo a mí misma para no perderlo, para que no se esfumara ¿lo había dejado perder, lo había perdido?)
Un vacío pavoroso ante mí, tan desierto y tan inhumano como aquella clausura y tan común como ella.(Pero dentro de mí aquel desolador dolor de Él… ¿Era eso amar?)”
2 comentarios:
¡Qué guapa era Elena Quiroga!Qué bonita foto. Es una excelente reseña. Precioso, Alexandre. Una reflexión muy acertada. Eres un máquina.
Muchas gracias!
Elena tenía cara de buena gente.
Un beso.
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