Mi amigo y yo hemos realizado un juego que consiste precisamente en lo que reza en el título de esta entrada, escritura que surge de improviso, primero escribiendo frases uno y luego continuando el otro. Debo agradecerle mucho por su gesto, pues consiguió arrancarme una sonrisa en los momentos durísimos que ahora vivo. Gracias Gustavo. He aquí lo que escribimos.
En un lugar de Canarias habitaba una colonia de pinzones, eran de los azules y los de pico largo, de plumaje majestuoso, luminoso, como el de uno llamado Alexandre, no como el francés, sólo canario, que madrugaba en los pimares para recoger la pinocha de los montes, con la esperanza de construir su espacio, espacio de libertad. Y como decía el Pinzón Chony, sin faltar un día que usara su piquito, porque de tanto volar no podía descansar, y pensaba: debeerá existir un equilibrio, uno que de paz. Hasta que un día un ornitólogo se lo llevo en su jaulita a Irlanda, para dejarlo en un parque a su tutela.
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