jueves, julio 16, 2009

ÚLTIMAS TARDES CON TERESA de Juan Marsé


Dentro de la obra de Juan Marsé, Últimas tardes con Teresa ocupa un lugar especial y muy significativo, pues en ella se dan cita todos los elementos de su particular mundo narrativo, la geografía de su enorme talento. A lo largo de sus páginas nos encontramos con dos personajes cuya larga y feliz estancia entre los lectores les ha convertido, como siempre ocurre con los grandes tipos de la literatura, en mitos, encarnaciones de su tiempo. Teresa, muchacha rebelde, universitaria e izquierdista, hija de la burguesía catalana; y el inmigrante, chava, murciano y ladrón de motos llamado Pijoaparte viven una historia de amor que refleja todas las contradicciones de una época, el esplendor, la miseria y la mediocridad de las clases sociales, la ingenuidad del compromiso fácil y la amargura y el resentimiento de los perdedores, habitantes de un exilio interior en el que, forjados en tantas derrotas, sueñan como niños.

Después de darle un tiempo a este libro y encontrar el momento adecuado, me reconcilié con él. Sobre todo lo que más me costó fue reconciliarme con los personajes, a los que no comprendí apenas, y salvo con Maruja no conseguí identificarme con ninguno (a ratos lo hice con Manolo). Los protagonistas Teresa y Manolo se ven envueltos en una historia de amor, en la que la principal víctima es Maruja, sirvienta de la familia de Teresa. Ésta última es un reflejo de de los jóvenes idealistas de aquella época, algunos hipócritas, porque cuando ella pretende mostrar a los demás que quiere cambiar las cosas, y se une a las manifestaciones, en su interior es una joven frustrada que busca emoción y no tiene los valores que defiende. No está dispuesta a sacrificarse. Lo muestra en dos momentos claves de la novela. Manolo ve en Teresa una forma de alcanzar lo inalcanzable y de abandonar su vida de miseria, pero no contará con que la va a amar de verdad. Y no siente los menores escrúpulos por dejar atrás a Maruja, la persona más válida en esta historia y la que se convierte en mayor víctima.
No he podido conectar con estos personajes y por momentos perdía el interés por sus destinos, pero esto no me ha impedido disfrutar de la prosa de Marsé, muy rica, llena de detalles. Y una fantástica ambientación de la Barcelona de aquella época. Esto salva el libro. En general, me ha gustado y creo que no he perdido el tiempo leyéndolo, pero no me atrevo a recomendarlo teniendo personajes que generan sentimientos tan encontrados.

***

“Años después, al evocar aquel fugaz verano, los dos tendrían presente no sólo la sugestión general de la luz sobre cada acontecimiento (con su variedad dorada de reflejos y falsas promesas, con sus muchos espejismos de un futuro redimido) sino también el hecho de que en el centro de la atracción del uno por el otro, incluso en la médula misma de los besos a pleno sol, había clarososcuros donde anidaba ya el frío del invierno, la muerte de un símbolo.”


"Caminan lentamente sobre un lecho de confeti y serpentinas, una noche estrellada de septiembre, a lo largo de la desierta calle adornada con un techo de guirnaldas, papeles de colores y farolillos rotos: última noche de fiesta mayor (el confeti del adiós, el vals de las velas) en un barrio popular y suburbano; las cuatro de la madrugada, todo ha terminado".

1 comentario:

Anónimo dijo...

Vaya. Casi me siento culpable de habértelo recomendado. Debí presentarte a Marsé con otro. Por favor, lee Ronda del Guinardó, y también La oscura historia de la prima Montse. Esos son geniales.

A mí me gustó de todas formas. Me encanta todo lo que escribe. Casi todo.